miércoles, 21 de mayo de 2008

En vuestro honor

Para Ricky, para Grego, para Txiki, para Jose.... para todos vosotros!

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Dictadura Blanca

Traducción del texto de la foto: “ENAMORAMIENTO. A menudo puede ser que haya alguna persona que te parezca especial y que te pases el día soñando y pensando
en ella, y con muchas ganas de verla. Y esta persona tanto puede ser de tu mismo
sexo como del otro. Puede hacerte sentir diferente sin saber por qué. Puede ser
porque la admiras, porque la conoces de toda la vida o porque te gusta
bastante.”


Hace ya algún tiempo que el gobierno de la Generalitat de Catalunya formado por una coalición de izquierdas (Partido Socialista de Cataluña, Izquierda Republicana de Cataluña y Iniciativa por Catalunya-Verdes) dio a luz una campaña masiva bajo el lema: “A mi també em passa. I a tú?” (“A mí también me pasa. ¿Y a ti?”).

Dicha campaña se recoge bajo el paraguas de la Consejería de Salud y tiene la intención de incidir de una forma clara y radical en la educación sexual de nuestros niños. Con el dinero de todos los contribuyentes se han publicado folletos explicativos destinados a los niños de 10 años. En estos falsos opúsculos se exponen los “beneficios” de la masturbación y las formas de realizarlo, la libre elección de género, la promiscuidad en los niños, el preservativo como única solución al VIH y el absoluto predominio del hedonismo individualista en las relaciones. No existe el conocimiento de la otra persona sino es mediante el sexo.

Este gobierno levanta la bandera de la libertad, de la innovación y el avance. Pero tras esta fachada se esconden las ideas más arraigadas del fascismo. El “papa estado” (en este caso Comunidad Autónoma o como llaman algunos, país) debe “velar” por la integridad de sus ciudadanos. Y con esta excusa ¡se meten hasta la cocina! Es el Estado quien pretende adoctrinar a nuestros hijos. ¿Qué diferencia ideológica hay entre la Alemania de Hitler y la Cataluña del Tripartito II? En la forma muchas, en el fondo ninguna. Hitler quemaba libros para anular los resquicios contrarios a su fanatismo. La Generalidad de Cataluña ataca directamente a las bases sociales, las futuras generaciones para eliminar cualquier resquicio de oposición a su concepción de ser humano y de la forma que tiene de relacionarse. Un concepto de persona totalmente denigrada. Síndrome de una clase política enferma que ha convertido un tabú en una enfermiza obsesión.

El Gobierno impone y la sociedad, a callar. Un neofascismo alarmante escondido bajo el maquillaje de la progresía más agresiva.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Músicos callejeros


Salgo de nuevo de los ferrocarriles catalanes. El viaje ha sido ajetreado. Media hora de miradas discretas, difusas. Es curioso darse cuenta de lo que se esconde detrás de una mirada sincera: todo un mundo se puede descubrir. Es triste ver como la gente se esconde de las miradas furtivas. Como si intentasen cerrar bajo cerrojo una cosa muy valiosa que no se puede esconder. Detrás de cada par de ojos se oculta una historia, o quien sabe, quizás muchas. Historias complejas e irrepetibles, que a su vez incluyen muchas otras.

Un gran número de estas historias llevan detrás una canción, una melodía que se convierte en personal. Que un día una persona compuso y que da la impresión de que la hubiera hecho solo para ti. En ese momento se produce una asimilación de la música como algo propio.

Cada día hago el mismo recorrido con los ferrocarriles, y a la misma hora. En un gran número de ocasiones me encuentro con la misma gente. Me pregunto cual será la canción de cada persona a la que veo. No las conozco de nada, solo lo que sus rostros me muestran. Aunque diez años observando durante media hora diaria los mismos rostros da para ver, al menos, lo que en ellos se refleja. Disfruto observando a mis compañeros de viaje, intento meterme en sus vidas, imaginar lo que hacen, lo que sienten. Interpretar lo que me dicen sus rostros. A menudo creo que podría escribir libros enteros sobre todas estas personas.

Veo siempre a ese señor con traje y recuerdo la primera vez que lo vi. Su rostro ha envejecido, y el caro traje Massimo Dutti que lleva no esconde esa vejez. Solo hay una cosa que no ha cambiado de su rostro, sus ojos. Siguen siendo de un color marrón pálido, siempre con la misma mirada, como absorta en otro mundo, puede que en el de su trabajo. Es posible que esté tan aferrado a él que cuando sale, sigue teniéndolo en la mente. El mundo occidental ya produce ese efecto en las personas. La falta de tiempo, o al menos eso es lo que ellos creen, les provoca estrés y no les deja vivir con un ritmo mínimamente normal. ¿En qué trabajará? ¿Es quizás un ejecutivo de una importante empresa multinacional, o por el contrario es un simple secretario? No lo se, y supongo que nunca lo llegaré a saber, porque al fin y al cabo algún día desaparecerá y no lo volveré a ver en los ferrocarriles. Su nombre, al igual que el mío, pasará al olvido en una fosa común de nombres que han existido y que nunca se han llegado a mantener vivos en la memoria de nadie. Si en algo somos iguales los hombres es en la muerte, es uno de los pocos momentos en los que todos nos hacemos iguales. Pasemos los últimos días de nuestra vida en una residencia de lujo o en la calle, es indiferente...al fin y al cabo todos moriremos y nos descompondremos, dejando que el viento se nos lleve y con nosotros, nuestro mundo, nuestros recuerdos, nuestra vida.

Después de haberme distraído pensando en el señor de traje me doy cuenta de que ya estoy lejos de la parada de “Catalunya”. Desciendo tranquilamente Las Ramblas y escucho el dulce sonido de una melodía que no me es familiar y que produce en mí un sentimiento de tranquilidad. Se trata de un músico callejero, me detengo a escuchar su música, me gusta. Soy consciente de que la música es un arte, y un compositor tiene que llevarlo en lo más profundo de su alma para poder hacer que los demás sientan lo que él siente. Una gran muchedumbre camina frenéticamente alrededor de mí cual grupo de abejas en busca de polen. Este tipo de personas suelen despreciar a los músicos que trabajan aquí por el mero hecho de ser callejeros, de no ser conocidos. Afirman no disponer del tiempo suficiente para disfrutar de una bella canción. ¿En qué tipo de gente nos estamos convirtiendo si no somos capaces de escuchar? De dejar que la música fluya en nuestro interior como una nube flota por el celeste cielo. Me llena de tristeza pensar que algún día subiré a los ferrocarriles como de costumbre, y no podré imaginar qué tipo de melodías han marcado una historia en las personas a las que miro. Que se habrá perdido la sensibilidad por lo bello, y por el goce que produce disfrutar de los momentos de calma, de paz. Imaginarme que ya no habrán canciones que nos recuerden momentos muy concretos de nuestra pequeña e insignificante existencia.

Esta idea atormenta mis sentidos, mi mente, mi alma. No quiero creer que llegará el día en el que lo único que nos diferenciará será la ropa que llevemos, en vez de nuestro carácter y nuestras vivencias personales, de las melodías que llevamos en lo más profundo de nuestro ser.

Despierto en un abrir y cerrar de ojos, los pensamientos que me mantenían absorto desaparecen y me doy cuenta de que hoy, como cada día, he vuelto a pasar mi casa de largo.

Con las manos vacías y la mirada perdida


Miro mis manos y las veo poco curtidas. Las comparo con las de mi Padrino, ya muerto, ásperas, gastadas, demacradas a causa del trabajo diario, arduo y duro. Y agradezco eternamente que yo pueda estar estudiando lo que me gusta: literatura, arte, cultura clásica, filosofía...

En mi facultad veo los rostros de mis compañeros. La mayoría son unos rostros tristes, que esconden esta tristeza bajo una superflua máscara: una sonrisa absurda, unas gafas de sol, una charla jactándose de la última cogorza que pillaron o de la “tía a la que me he tirado este finde”. Muchos de ellos no estudian lo que les gustaría estudiar, pero el gran problema reside en que la gran mayoría no sabe qué le gustaría estudiar. Sí, yo estudio lo que quiero, lo que realmente me apasiona, me llena interiormente y me mueve a leer, a trabajar y a aprender. En cambio muchos de ellos estudian para contentar a sus padres.

¿Y para qué coño vas a estudiar algo que no te gusta? Cuando les exhortas de esta forma la mayoría de respuestas que recibes son: “No lo sé...” Yo sí lo sé, para ser infeliz. Y sus rostros son un fiel reflejo de la mediocridad que arrastran. Puta mediocridad.

Esta es la plaga que contamina la juventud del siglo XXI. La sociedad está llena de mediocres que podrían ser genios y simplemente no quieren luchar por ello. Siento que estoy condenado a ver de cerca la mediocridad que no a convivir con ella porqué convivir con la mediocridad es morir. No hay punto intermedio. O creces o disminuyes, es ley de vida. Me siento encerrado en esta gran pecera al aire libre, un zoológico cuyas únicas paredes son las del universo. Al menos soy consciente de la existencia de esta pecera, de este zoológico, pero porqué me he querido dar cuenta y quiero combatir contra este gran sistema implantado.

Lo sé, siempre pasa igual, a los grandes genios, en su presente, siempre los ignoran y los abuchean los sectores afectados cuando dan soluciones a los grandes problemas del momento. Sino fijaros en Juan Pablo II el Grande. Dio la solución a esta plaga y son pocos los que se han atrevido a escucharle y a llevarla a la práctica. Precisamente hablaba de los jóvenes con esmero, con esperanza, afirmando que ellos viven la mejor etapa de la vida ya que los jóvenes tienen una especial facultad para ponerse metas altas y no parar hasta conseguir verlas realizadas. Todas las metas que consigamos durante nuestra juventud conformarán nuestra identidad como adultos.

Y la mayoría de los jóvenes, ¿cómo responden a esta gran llamada? Con soberbia, con indiferencia, con escepticismo: Saliendo de fiesta, emborrachándose, consumiendo drogas y follando. ¡Qué respuesta más efusiva! La mediocridad va consumiendo lentamente sus vidas y, en algunos casos, vertiginosamente. Hacen suya, propia, la mediocridad que se respira en el ambiente del mundo de hoy. Y ésta es la peor condena que se puede sufrir. En esto no hay felicidad sino desconcierto, insatisfacción e infelicidad. El hombre debe ser feliz y no hay punto medio ya que ese punto medio es la mediocridad. Todo lo que no ensalza al ser humano lo lleva precipitadamente al vacío, a la miseria, a la auto destrucción. Y esto es precisamente lo que nos decía el Papa, pero en clave positiva: arriba, arriba, arriba, siempre hacia arriba. Metas altas. En fin, yo no puedo cambiar el mundo así que solo queda arrodillarse ante la Cruz del Redentor y suplicar.

RELATO DE UN SUICIDIO, Últimos gemidos


Llámame loco, quizás lo sea. Quién sabe lo loca que puede llegar a ser una persona. Las noches se me hacen cortas al igual que las botellas de JB y los paquetes de tabaco. El humo fluye denso ante mí y domina mi mente cual cielo tempestivo antes de una tormenta de verano. Los dulces ya son amargos, los bosques incoloros y los sueños pesadillas. Sueño despierto y vivo durmiendo, la muerte no me atemoriza ni me aterra, solo el recuerdo del pasado y el incierto porvenir de los futuros tiempos.

Los días pasan rápidamente cual ventisca, y mi memoria desgastada por el devenir de los mismos. El corazón cansado se queja bombeando tristemente la sangre que apenas a mi cerebro llega.

Las distancias se hacen insufribles y mi voz produce un grito ahogado que muere en el interior de mis entrañas pidiendo auxilio. No son pocos los momentos vividos pero sí ínfimos comparados con lo que todavía me espera.

Mundos nuevos, paisajes de beldad indescriptible, momentos breves pero intensos, historias de amor, niños, risas, instantes que piden un nuevo amanecer. Soles, que huirán para dar paso a Lunas, inviernos, que darán lugar a primaveras, sollozos de los que surgirán sonrisas eternas.

Hoy el Sol se viste de luto, mañana quizás baile al son de los gorriones. Hoy los Ángeles lloran, los dioses atemorizan la tierra, los vientos avivan el mar. Quizás mañana todo sea diferente, quizás mañana todo brille como ayer…quizás mañana Dios escuche el gemido de los hombres desamparados, solos, que cargan con los pecados de su propia vanidad. Quizás, y solo quizás, mañana Dios escuche mis plegarias y decida poner fin a este tormento que solo yo me he buscado.

Por esta razón mañana volveré a levantarme.